domingo

Adrian Iaies - Ajazzgo 2009

Primera entrega de regalos de cumpleaños

UN BUEN REGALO DE CUMPLEAÑOS


Un buen regalo de cumpleaños, el mejor de todos, es el que recibo cada año cuando inician contrabajos, pianos y cobres, en el festival Jazz al Parque en mi ciudad. Pero este año ése regalo vino con algunos agregados…el regalo que quería recibir, el regalo que quería que otros me dieran y uno más -execrable- el que no quería recibir. Ah, y uno más onírico, y es esa conexión hacia subsuelos con lo que nos hace más nobles, humanos, simples y pequeños.
De este último quiero dar parte antes que lo olvide y es que he vuelto durante el sueño, a sentir el vértigo magnífico de la infancia cuando excavaba en paredones de la vieja casa, tratando de hallar o hacer mover las criaturitas que viven enterradas dentro de esos incólumes paneles: escarabajos, gusanos, arañas y sobretodo ciempiés y también esa especie de trilobites a los que llamaba marranitos, y a quienes instaba para hacer mover objetos. Les observaba durante horas, o les hacia chocar entre si, como una gran coalición entre los mundos. Grata sensación de llamas, de mundo en decadencia, estridencia de caos y rechinar de patas múltiples. Lo mejor es que he vuelto a soñarlos, a ellos, a los silenciosos centípedos y a esas otras especies que sé que viven enterradas en túneles secretos que ellos mismos han cavado durante años y han logrado en intrincados recovecos, un paisaje ignoto de los países verticales que viven sumergidos entre las paredes de una casa de la infancia.
Esta vez los he visto montados en la tapa de pequeños busecitos, que no sé cómo les ayuda a moverse por entre esa gran ciudad de recovecos, si son ellos mucho más articulados…los anillos de su exoesqueleto son hermosos y al sol del medio día brillan con una textura especial como de un bálsamo que se han aplicado antes de salir de la madriguera. Siempre me pregunté qué y cuáles eran sus oficios, a qué se dedicaban tan laboriosamente y porqué siempre tenían un norte, un camino concreto y una decidida misión, así uno les pusiera en un sentido distinto, o lejos del objeto. Me reconciliaba con ellos, con los centípedos especialmente, cuando les volvía a poner en carretera e incluso les acercaba unas millas en su recorrido presentido.