Es paradójico y duele un poco por su aserción, descubrir que es vano todo lo que hacemos y por lo cual luchamos, tal cual como lo plasma esa vieja tonada de los sesenta que hace eco en los versos de Machado, pues duele saber cómo es que “todo pasa y nada queda”.
Un simpático y bien logrado blog sobre músicos locales me lo recuerda y aunque voy a recomendar abiertamente su consulta (la del blog y la del lugar donde se reúnen) debo decir cómo es simple y cómo es duro adherir a la sentencia del poeta con el que arranca esta escritura que, como todo, se la va a llevar el viento.
Hablo de Serrat y de su olor decimonónico y hablo de la Bogotá Blues Society y su básico tufillo de protagonismo. Parece que se trata de una “sociedad de mutuo elogio” en la que figuran bandas de rock blues como “Seis Peatones”, “Sándwich de Cromo”, “Indigo”, “Smokin’ underdog” o la sobrevalorada “The Black Cat Bone”, entre algunas otras.
Allí figuran músicos de buen sonido y mejor factura como el armonicista Germán Pinilla (siempre consagrado al blues) o el bajista Carlos Reyes (proveniente del más recalcitrante metal pesado noventero) quien se hace llamar, con mucha gracia, “Blind Charlie King”.
Esto último del seudónimo, parece ser una réplica de un divertido texto en inglés que publican en su bien lograda página blog y que promueve algo así como un decálogo del buen hombre de blues: se necesita ser un poco ciego para no verlo de ese modo.
En la página de la Bogotá Blues Society –como espero lo vean ustedes mismos, pues vale la pena- se pueden escuchar ejemplos completos de audio cedido por las bandas que pertenecen a dicha sociedad y un par de entrevistas para la televisión en video. Pero ¿saben qué le falta a la página que ellos reconocen es de humilde linaje, aunque se nombran cargos presidenciales y otros asuntos burocráticos? ¡Una pizca de historia, señores!
Parece como si los hubiesen sacado de la nada a todos ellos e incluso algún cartel promocional mencionó a la Black Cat Bone como la mejor banda de blues de todos los tiempos en Colombia. Desobligada y pretenciosa es esa afirmación. Parece que no hubo nada antes de ellos y es así que desconocen la abnegada labor de sus predecesores.
En una galería fotográfica de ése mismo blog se les ve a la mayoría de estos músicos posando (¿para la posteridad? me pregunto) y por suerte alcanza uno a reconocer al quizá más consagrado de todos los guitarristas de auténtico sonido blues en Bogotá, ya entrado en la cuarentena de años, pero fresco como un muchachito de veinte, como son la mayoría de esta “sociedad”.
Hablo de “Memo” Cristancho, líder fundador de “La Plaga”, una banda de rock n’roll y blues que se ha jugado a pulso la existencia entre el humo de cafetines como el “Café Express” de la 75 y en la efímera participación de algunos festivales como el de la “Libélula Dorada”. Él es un auténtico hombre de blues, seguramente más sólido que nunca ahora que volvió a su querido barrio en el sur, en la ribera –no del Mississippi, pero sí del Tunjuelito- para percibir nuevamente las puras quintaesencias de la supervivencia diaria: grata atmósfera blusera es esta de la periferia.
Cristancho provino del hard rock ochentero pues tocaba en una banda legendaria y de culto que se llamaba “Cíclope”, cuando prácticamente no había en Bogotá y en el país nada mas que escuchar en materia roquera, amén de “Kraken” de Medellín y “Kronos” de Cali.
Memo representa el enlace generacional de dos décadas y si lo vemos ahora, confundido entre los muchachitos de la Bogotá Blues Society, es porque sigue actual, vital, remozado y porque también es la pieza clave que entronca el incio del blues bogotano a mediados de los noventa, con el incipiente fenómeno underground de estos últimos meses, mediados de la década del dos mil.
Un simpático y bien logrado blog sobre músicos locales me lo recuerda y aunque voy a recomendar abiertamente su consulta (la del blog y la del lugar donde se reúnen) debo decir cómo es simple y cómo es duro adherir a la sentencia del poeta con el que arranca esta escritura que, como todo, se la va a llevar el viento.
Hablo de Serrat y de su olor decimonónico y hablo de la Bogotá Blues Society y su básico tufillo de protagonismo. Parece que se trata de una “sociedad de mutuo elogio” en la que figuran bandas de rock blues como “Seis Peatones”, “Sándwich de Cromo”, “Indigo”, “Smokin’ underdog” o la sobrevalorada “The Black Cat Bone”, entre algunas otras.
Allí figuran músicos de buen sonido y mejor factura como el armonicista Germán Pinilla (siempre consagrado al blues) o el bajista Carlos Reyes (proveniente del más recalcitrante metal pesado noventero) quien se hace llamar, con mucha gracia, “Blind Charlie King”.
Esto último del seudónimo, parece ser una réplica de un divertido texto en inglés que publican en su bien lograda página blog y que promueve algo así como un decálogo del buen hombre de blues: se necesita ser un poco ciego para no verlo de ese modo.
En la página de la Bogotá Blues Society –como espero lo vean ustedes mismos, pues vale la pena- se pueden escuchar ejemplos completos de audio cedido por las bandas que pertenecen a dicha sociedad y un par de entrevistas para la televisión en video. Pero ¿saben qué le falta a la página que ellos reconocen es de humilde linaje, aunque se nombran cargos presidenciales y otros asuntos burocráticos? ¡Una pizca de historia, señores!
Parece como si los hubiesen sacado de la nada a todos ellos e incluso algún cartel promocional mencionó a la Black Cat Bone como la mejor banda de blues de todos los tiempos en Colombia. Desobligada y pretenciosa es esa afirmación. Parece que no hubo nada antes de ellos y es así que desconocen la abnegada labor de sus predecesores.
En una galería fotográfica de ése mismo blog se les ve a la mayoría de estos músicos posando (¿para la posteridad? me pregunto) y por suerte alcanza uno a reconocer al quizá más consagrado de todos los guitarristas de auténtico sonido blues en Bogotá, ya entrado en la cuarentena de años, pero fresco como un muchachito de veinte, como son la mayoría de esta “sociedad”.
Hablo de “Memo” Cristancho, líder fundador de “La Plaga”, una banda de rock n’roll y blues que se ha jugado a pulso la existencia entre el humo de cafetines como el “Café Express” de la 75 y en la efímera participación de algunos festivales como el de la “Libélula Dorada”. Él es un auténtico hombre de blues, seguramente más sólido que nunca ahora que volvió a su querido barrio en el sur, en la ribera –no del Mississippi, pero sí del Tunjuelito- para percibir nuevamente las puras quintaesencias de la supervivencia diaria: grata atmósfera blusera es esta de la periferia.
Cristancho provino del hard rock ochentero pues tocaba en una banda legendaria y de culto que se llamaba “Cíclope”, cuando prácticamente no había en Bogotá y en el país nada mas que escuchar en materia roquera, amén de “Kraken” de Medellín y “Kronos” de Cali.
Memo representa el enlace generacional de dos décadas y si lo vemos ahora, confundido entre los muchachitos de la Bogotá Blues Society, es porque sigue actual, vital, remozado y porque también es la pieza clave que entronca el incio del blues bogotano a mediados de los noventa, con el incipiente fenómeno underground de estos últimos meses, mediados de la década del dos mil.