Por RAFAEL SERRANO
De la extensa lista de poetas que se presentaron el viernes santo con sus lecturas consabidas y su palabrería a veces luminosa, me quedo con uno de ellos, por fuera del convite. No desdeño, ni mas faltaba, al resto del grupo que escuchamos en lectura (casi ritual) desde una de las cómodas sillas que tiene el Museo nacional en Bogotá, puestas en las otrora mazmorras, ahora convertidas en augustos auditorios y salas de exposición.
Era la celebración del “Día de la Poesía” y por ello el conjunto de poetas que participa en el periódico virtual “Con-Fabulación” y también en la revista impresa “Común Presencia”, se valieron de la carretera virtual y algún medio impreso, para convocar allí a los adeptos de siempre, a los curiosos puntuales y a uno que otro lector de versos, cuando menos no simples oyentes de los que van a la Casa de Poesía Silva.
El poeta Iván Beltrán Castillo explicó que la celebración es mundial y que coincide con la noche de Walpurgis: una hórrida noche de luna centelleante en la cual brujos y brujas de todo pelambre salen a buscar ramas secas y yerbas que crecen en el bosque para después hacer sus infusiones, sus hechizos.
Coincidió el asunto con la muerte de Matilde Espinoza, un baluarte de la poesía nacional, que entonces descubrimos que era abuela de Fernán Martínez (el manager de Juanes) y también de Guillermo Martínez González, el editor de Trilce, una empresa incansable al servicio de autores locales, y traducciones de extranjeros.
El poeta a quien me quiero referir con brevedad (para no agobiar a nadie con asuntos que no debieran sonar elogiosos, pero tampoco injustos) de seguro ha leído algo de esa práctica de la “noche mágica”, pero procuraré no intentar analogías con las suyas, personales y casi secretas, para combatir y aliviar los dolores de su humanidad, que por cierto y como siempre desde que lo conocimos, permanece incólume y sobre todo, jovial.
Sobre el evento tuve observaciones triviales, objeciones insulsas y referentes jocosos que no mencionaré y tampoco guardaré para el corrillo. Estos asuntos se vuelven cada vez mas una encerrona y de lo que se trata es de darle rienda suelta a la imaginación, por ello celebro y canto a todos los poetas del mundo. ¡Uníos!
El evento estuvo generosamente concurrido y a pesar del abrebocas de las crónicas de Jotamario Arbeláez, la tensión de la velada no desfalleció y mas bien mejoró notablemente con la intervención, entre otros, de Mauricio Contreras, Rafael Del Castillo, Gustavo Tatis Guerra, Alfonso Carvajal, el mismísimo Guillermo Martínez González a quien hace mucho no veíamos en las figuraciones literarias y también subieron al estrado nombres para mi desconocidos, pero con publicaciones hechas y premios a granel, como el caso (de varios mas) de José Zuleta, hijo del conocido filósofo y ensayista, Estanislao Zuleta.
El poeta en mención no estaba en la lista convocada. Como no ha estado antes en algunas otras. Y eso le divierte cantidades. Aún así, con desprevención total y no por ello fiel al rigor que la literatura exige, ha venido publicando por su cuenta, obras breves pero alucinadas, cada vez más decorosas y de mejor factura tanto en el fondo como en los formatos.
Me lo presentó en 1986 un amigó común que mantuvo por un buen tiempo una revista independiente de modesto tiraje, mimeografiada o fotocopiada, de nombre “Silbos” (la revista) y que fue material de lectura de mis últimos años de adolescencia. Esa noche lejana, sentados en el viejo sofá del pasillo en la Casa Silva, este poeta traía puesto un pantalón verde “biche” y un saco rojo “pasión” (combinación imposible, pero digna de un “poeta joven”) y ello era inusual para la época, cuando el uniforme de poeta era usar botas industriales de color marrón o amarillo, con bluyín, mochila, gabán largo heredado y por supuesto, bufanda. De algún modo se había anticipado a la era del “grunge” y el estilo alternativo, si a ello le sumamos además, su cabello revuelto y su postura afectada.
Recién estrenaba su poemario intitulado “Uno está en el día como dormido” con una nota de Luis Vidales. Desde entonces lo encuentro a él en una y otra y cien formas o matices que la vida tiene: como funcionario, con cabello corto y bien peinado, como desempleado, feliz y lleno de hijos y recientemente, como abuelo (de largo cabello y sin una sola cana), como pintor y ahora, como editor. La mayor parte de esas veces, viene con mucho desenfado, del cual confieso he aprendido mucho, pues el tono en poesía debe ser ese, contrario a la pose o a la genuflexión.
Les propongo pues, la lectura de estos poemas contenidos en su más recientemente libro aparecido a finales de 2006 y que él disculpa tímido pues “hace ya mucho rato que salió”. Acaso sea esto último, otra lección de vida que este amigo nos ofrece, pues presiente uno que los días se escapan como el agua y hay entonces que poner manos a lo obra, pues por encima de las figuraciones, de las rencillas, de los rencores, están estos hallazgos, estas formas del espíritu, esta encomiable labor de los que gozan el verso de raíz. Con ustedes, Javier Huérfano y algunos poemas extraídos de su libro “Quien dijo que la oscuridad no es otra luz” (Bogotá, 2006) -500 ejemplares numerados, firmados e ilustrados por el autor –
Del poemario "QUIÉN DIJO QUE LA OSCURIDAD NO ES OTRA LUZ"
JAVIER HUÉRFANO (Calarcá, Quindio 1959) Colección de Poesía FRIDA, 2006
I
Resisto
en el dolor la terquedad del viento,
pétalo de rosa que sin decir
por ejemplo que hubo amor entre
mis papeles y el largo silencio de un poema.
La tarde de sábado con algo de sol,
tenía ojos de alegría en el beso
puesto para el deseo.
Todo fue miedo de cuerpos vivientes
en los gritos de las bocas cerradas,
palpo en la fatiga de un pequeño incendio
volveremos a la tierra sin desplantar el polvo.
IV
Hago parte de la comedia
testigo y verdugo soy
deposito mi cabeza en la muerta noche
que no sale del terror.
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