jueves

EL ENTRAÑABLE MAGAZÍN

En algún lugar, en alguna gacetilla, hojeando y ojeando por ahí viejas revistas literarias, encontré una reseña que hablaba muy bien del viejo ‘Magazín Dominical’ de El Espectador, una grata revista que servía de ventana al universo local literario y desarecida hace ya una década. En ese otro lado, se calificaba al suplemento de ‘entrañable’. Nada más cierto. Si bien algunos manejos (debido a que el ‘Magazín’ detentaba poder y ello corrompe) fueron tan deshonestos como a diario este país vive sus caminos errados, sus inquinas y sus envidias, el ‘Magazín’ era un toldo aparte, un fortín comandado por uno solo y respaldado por secuaces. Pero como fuese, era entrañable. Allí dimos las nuevas generaciones de lectores (y acaso de escritores) con nombres reveladores tanto en la lírica, como en la prosa, la filosofía y las artes visuales. Recuerdo (no del todo claramente) unos versos de Vladimir Holan – por ejemplo – que hablaban de cómo “no es bueno juntarse con un poeta, no es bueno hablar con un poeta, no es bueno ser un poeta”. Nada mejor aprehendido durante esos años. Lástima no le pusimos en práctica. Visitaba por entonces las librerías de viejo, el mercado de pulgas y las casas de los amigos y los números atrasados del suplemento saltaban por allí, como un objeto preciado, pues la gente quería esos facsímiles a como diera lugar, sin ser jamás exorbitante su precio. Algunos lo intercambiaban y otros habían llegado a empastar su colección completa. Hasta el momento yo mismo he retrasado ése ejercicio por varios años (el de empastarlo) y mantengo mi ‘entrañable’ Magazín, más bien organizado en una cajita de cartón…acumulando ácaros y polvo, para disgusto de mi consorte. A donde fui, el Magazín fue conmigo y los recuerdos leyendo apasionadamente texto a texto su contenido, son los mejores. En la casa paterna del poeta y artista plástico Wilmer Echeverry, nos reuníamos domingo a domingo a discutir cada uno de los asuntos, especialmente los que tenían que ver con la poesía y con sus protagonistas, fueran nacionales o extranjeros. Así llegaron a nosotros las primeras noticias de Maiacovski quizá y de René Char, de Hart Crane, de Trakl y de Joszef…poetas de una belleza inigualable y hoy por hoy aún ‘inconseguibles’ en ediciones completas vertidas al castellano, por más esfuerzos ingentes que hayamos tratado de hacer para leerlos en sus lenguas maternas o al menos en versiones del inglés o del francés, los idiomas menos lejanos a nuestra educación media, que ahora resulta enorme (comparativamente con el desastre en contenidos de nuestro sistema educativo de hoy) Hablo de sencillos momentos del siglo xx, procedentes de una década intensa en la cual despertamos a muchos asuntos clave para entender el entorno de ‘la fauna literaria’: los concursos literarios daban prestigio, los recitales de poesía eran bien pagos y había que tener un padrino literario de peso, para asegurar la figuración en el mundo inmundo de la literatura local. Ser publicado en el ‘entrañable’ aseguraba ésa figuración y convertía automáticamente al iniciado, al balbuceante, en poeta ‘mayor’ o joven promesa en ciernes. Por alguna (o algunas razones) fui expulsado con fuerza centrífuga de esos recovecos viciados – a veces pienso que para suerte de favorecer una vida mejor – y mi buen amigo Wilmer Echeverri, con futuro asegurado en el rutilante mundo de las vedettes literarias, con carrera a bordo como protegido, se abstuvo de participar en la carrera de ratas. Parabien en su haber, sabia decisión. Hoy día no hay una gacetilla que se compare al ‘Magazín’. Incluso hay talvez una mejor, pero en un estilo y una dirección distintas. Ganar un concurso literario es un descrédito pues supone haber comprado al jurado; cualquiera da un ‘recital’ en alguna cantina o incluso en auditorios prestantes y aunque lo del padrino literario se mantiene…hay que tener mucho dinero, mucho hígado y mucho tabique para sostener los vicios que exige esa especie de proxeneta que luego ha de prostituir al protegido. Así que no vale la pena. Al fin y al cabo en breve el tiempo nos borrará a todos (‘caeremos al olvido’) y las fotos digitales que tanto nos preocupamos por tener al lado de poetas extranjeros, traerán el pie de foto: De izq. A der. “Fulano de tal y desconocido”. Me parece una magnífica justicia la que el tiempo hará con nuestras presunciones.

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